El nombre de este cuadro le otorga una dosis de misterio. Lo transforma. Se titula "César en el Rubicón".

Wilhelm Trübner (1851-1917) fue un pintor realista alemán que decidió pintar a su perro en una situación ordinaria. Pero al darle un título legendario, dotó a la escena de una dimensión insondable.

Ya sé. Ya vendrá don sabihondo a decirme que la expresión "Cruzar el Rubicón" no proviene de un mito sino que apunta a un evento (considerado) histórico.

De hecho, en el diccionario de la RAE podemos leer que esa expresión alude "al momento en que Julio César, sin autorización del Senado, cruza con sus legiones el río Rubicón, que marcaba la frontera entre Italia y la Galia Cisalpina".

El hecho indudable es que la Historia y los Mitos se escriben con la misma tinta. Manifiestan sueños, anhelos, frustraciónes, dolores, etc., todo lo que nos ha caracterizado desde nuestros orígenes más remotos como animales humanos.

"Cruzar el Rubicón", para volver a nuestro tema en cuestión, implica dar un paso decisivo, aceptar el riesgo y forjar un camino propio. Significa desafiar el statu quo.

Con ese título, la escena cotidiana de un perro siendo tentado por una salchicha toma un valor inédito. Trasciende a un nivel superior: se transforma en relato.

Esa imagen entonces nos narra toda una historia.

Justa antes de cruzar aquel río, Julio César exclamó una de las frases más célebres de la Historia: "La suerte está echada" (alea iacta est). Eso cuentan los libros de historia.

Esas palabras las repiten los mitos de hoy. Y las marcas exitosas.

La audaz maniobra de Julio César desencadenó una guerra civil que marcó el fin de la República Romana y el inicio del Imperio.

¿Y quién crees que pasaría a ser el primer emperador romano?

Ya lo sospechas. Nadie otro que Julio César.

Al igual que él, toda persona (y marca) que aspire a sobresalir deberá mostrarse audaz, romper reglas y asumir riesgos.